Hoy vamos a contaros cómo surgieron los primeros artesanos del chocolate en el mundo. Y es que los cronistas españoles que pisaron el Nuevo Mundo quedaron maravillados con la variedad de fórmulas que los indígenas empleaban para preparar el cacao. Se conservan relatos de la época en los que se describe con riqueza de matices las diferentes formas en que se tostaba, molía, mezclaba, disolvía, agitaba y precipitaba las preciadas habas del cacao. Precisamente en ese elaborado proceso reside la magia del chocolate.
Como atestiguó fray Bernardino de Sahagún, en la corte de Moctezuma se consumían postres de cacao hecho con mazorcas tiernas, con miel, con hueinaxcatli, con tlixóchitl o «cacao hecho colorado, bermejo, anaranjado, negro o blanco». Los utensilios empleados para su consumo eran tan variados como el recetario: jícaras de diversas formas, tamaños y colores, rodetes de cuero, tapaderos muy ricos y cucharas de tortuga para revolver el cacao, redes para guardar los recipientes, molinillos, coladoras… El fraile leonés refirió cómo la molienda se hacía en tres fases para conseguir un refinado óptimo.
Su forma de preparar y servir el cacao era un verdadero ritual, descrito con detalle en un documento de 1556, El conquistador anónimo. Su desconocido autor nos explica cómo los indígenas machacaban hasta hacer polvo las almendras de cacao y otras semillas más pequeñas. A continuación, con un pico, vertían los polvos en vasijas, echaban agua y removían con cucharas de oro, plata o madera. Luego, abocaban la mezcla de una vasija a otra desde lo alto para conseguir espuma e ingerían la bebida con la boca bien abierta para no dejar escapar nada.